Octava clase. Una muy especial. Nos pidieron que lleváramos
diarios, muchos diarios, como siempre me invadía la curiosidad por saber que
haríamos. El profesor Félix pidió a un pequeño grupo de mis compañeros (entre
los cuales estaba yo) que pensáramos en una persona que hubiese sido
trascendental en nuestras vidas, que nos hubiese cambiado y marcado y que
pensáramos en la conexión que teníamos con ella y que luego con el papel de
diario y un poco cinta adhesiva hiciéramos un objeto que representara a esa persona.
Nos pusimos manos a la obra en un cierto silencio, personalmente, se me pasaron
muchas personas por la mente pero finalmente escogí a mi hermana pequeña, y el
objeto que la representaba no tuve que pensarlo mucho, así que me puse a crear
una cinta como las que usan las cheerleaders. Ahora que llego a casa me doy
cuenta de que en realidad se parecía más al moño de minnie que a sus cintas,
pero bueno...
Cuando acabamos luego de un rato, el profesor dio el pase a
los otros compañeros para que tomasen las fotografías pertinentes que luego
usaríamos para crear esta entrada, y nos pidió a quienes teníamos nuestros
objetos de papel en las manos que siguiéramos
pensando en la conexión con la
persona escogida.
Nos volvimos a sentar todos más cerca que antes y con las
luces apagadas y cada uno contó por qué escogió a aquella persona especial, que
no en todos los casos fue algún familiar o amigo, sino que también escritores o
personas con una cierta divinidad. Fue un momento muy íntimo para todos, porque
no es fácil confiar en cualquier persona para contarle aquellas cosas que te
duelen, que temes o incluso aquellas cosas que te hacen muy feliz, y como
terapeutas debemos ser capaces de entregar aquella confianza que nos permita
acercarnos a nuestros usuarios y establecer aquella conexión que hará que
podamos ayudarlos con sus problemas de una manera mucho más eficaz. Creo que
ese ambiente de confianza se logró, cada uno abrió su corazón; algunos para
hablar, y otros para escuchar y comprender. En aquel momento casi mágico, me
sentí como en mi hogar, como en el lugar en el que de verdad quiero estar, con
estos compañeros a quienes conocí hace tan poco, pero a los que les tengo un
cariño enorme y siento que el tiempo se ha pasado lento y se me hace como si
llevara años en esta linda carrera en vez de un par de meses. Me fui de la
clase con una sensación de calidez y de pertenencia que no sentía hace mucho
con otras personas que no fueran de mi familia.
Me siento muy bien al saber que existe un grupo de personas
que pueden generar esa conexión tan fuerte, esa sensación tan agradable, tan
imprescindible en el ser humano. Soy afortunada de saber que mis próximos
compañeros de trabajo, mis amigos, mi nueva familia, son realmente valiosos y
que con ellos jamás me sentiré sola.