Sexta clase.
“Movimiento creativo”, se leía en el programa y la verdad es que no
podía evitar imaginar que en esta clase bailaríamos, quizás un poco de
pantomima o de improvisación o algo así, pero la verdad es que me equivoqué
casi totalmente. Nuevamente, entramos a una Brígida Flores vacía, sin sillas,
con un equipo de música dispuesto en el lugar donde se pasean los profesores
mientras hacen clases y, como es habitual, el barullo llenaba el salón, se
podía sentir la expectativa a una nueva clase de estrategias. Como siempre
también, costó silenciarnos y ponernos manos a la obra. Primero hicimos un
pequeño calentamiento, nos pusimos en parejas y por medio de las indicaciones
de la profesora Erna, comenzamos a movernos como ellas nos pedía, nos reímos
muchísimo. Luego comenzamos a caminar por alrededor del salón y recordé mi
época en el taller de teatro del colegio, donde ese ejercicio de caminata de
concentración era habito en cada clase, luego nos pidieron que cada vez que nos
topáramos con alguien nos saludáramos, sin hablar, tomando la mano, o los
codos, o hasta la oreja, chocando con los hombros o la cadera, siempre mirándonos a los ojos y sonriendo con
cariño, fue un ejercicio un poco extraño a mi parecer, pero necesario creo, las personas, por lo
general nunca nos miramos a los ojos o nos dedicamos una sonrisa, siempre
pasamos, sin ver nada en el otro y, particularmente ver en sus ojos el mundo y
la dimensión que se encuentra en ellos, fue una experiencia energizante y no
exenta de risas. Casi finalizando la clase nos volvimos a juntar en parejas,
espalda con espalda y mientras la profesora nos indicaba una emoción o
sentimiento teníamos que con nuestra espalda expresar alegría, enojo, tristeza,
cariño, etc. Fue algo extraño, no es fácil hablar con la espalda, pero ahí uno
se da cuenta de que todo el cuerpo habla, la comunicación sin palabras es
bellísima y aun más si utilizamos todo el cuerpo para ello. El hablar
no lo es todo y siento que nos divide, con sus
idiomas diferentes. En cambio,
una sonrisa, un gesto, una mirada, son un código universal, que no cambia
demasiado de una cultura a otra y que son importantísimos a la hora de
comunicarse, porque no somos lo que decimos, sino lo que expresamos al decir
con cada parte de nuestro cuerpo.
Quiero hablar de algo que, personalmente, me apasiona mucho
y que pienso usar sus beneficios en mi trabajo de terapeuta y esa es la danza
del vientre, hoy en día con cientos de variantes. Se relaciona mucho con el
movimiento, la danza del vientre ocupa cada parte del cuerpo para ir al ritmo
de la música, cada parte del cuerpo se mueve al ritmo, dándole otro sentido a
la danza. A mi me ha servido muchísimo, me ha infundido confianza, me ha
ayudado a quererme tal como soy y a expresar por medio del cuerpo lo que no sé
decir con las palabras.
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