Desde tiempos antiguos las máscaras han sido método de
expresión, ya sea religiosa, para realizar rituales, o por mera entretención,
han formado parte importante de la cultura de las diferentes sociedades y han
trascendido en ellas a través de los siglos, cambiando su forma y función
dentro de la misma sociedad. Sus usos también han variado a través de las eras,
pasando por los usos cremoniales, de entretención, protectoras, con fines
médicos, de anonimato e incluso como forma de humillación pública . De
cualquier forma, con cualquiera de los usos que se le puedan dar y las miles de
formas diferentes que hay para cada una, las máscaras son una forma de
expresión, una manera de representar la realidad, o ayudar a representarla. Y
precisamente, el trabajo de mi segunda clase fue realizar una máscara, fue una
suerte que me hubiese tocado lo que más tenía ganas de hacer, puesto que el
grupo se dividió en dos grupos para hacer el trabajo más eficiente.
La profesora nos comentó que se podían realizar máscaras de
cualquier parte del cuerpo, pero que trabajaríamos con el rostro para realzar
el obetivo de realizar la máscara. Sería la primera parte del trabajo, ya que
posteriormente, tendríamos que adornar nuestra máscara con colores y adornos.
Lás máscaras pueden ser hechas de una infinidad de
materiales diferentes, pero en nuestro caso, el material escogido fue el yeso,
y según lo que he leído, a eso se le llama “máscara viva”. Suena bien, tiene
mucho que ver con el objetivo de nuestras máscaras: mostrarnos a nosotros
mismos. Plasmar lo que realmente somos, con todos los defectos y virtudes que
tengamos... Dicho y hecho, nos pusimos manos a la obra, protegimos el rostro
con vaselina, para que el yeso no se quedara pegado a la piel y se saliera con
mayor facilidad. Algunas de nuestras compañeras ya habían hecho máscaras de
yeso antes, por lo que fueron de gran ayuda, para aquellos de nosotros, que por
inexperiencia y quizás un poco de torpeza no sabíamos como trabajar el yeso.
Cortamos tiras con cuidado y luego empezamos a moldear nuestros rostros en
yeso, fue un trabajo largo, no exento de risas, que, dada la alegría le dieron
un toque diferente a cada máscara, fue un trabajo en equipo intenso, para que
cada uno tuviese su máscara lista a tiempo. Cada uno ayudó en aquello que pudo,
trabajando con el yeso en la cara de los otros, cortando tiras, limpiando
gotitas de agua con yeso, en fin, cada uno cumplió con su labor.
Terminado el trabajo pude observar el resultado: El rostro
que tenía en mis manos me resultó extraño, poco familiar, pero tenía escondidos
mis rasgos, o en realidad, más que escondidos, muy visibles. Me sirvió para
reflexionar acerca de la máscara que cada uno lleva dentro, de aquella que no
nos deja vernos como somos en realidad, esa máscara que nos subestima o a veces
sobreestima, esa que no debería ser más que un adorno en nuestra pared.
O.o me encanto la foto donde la profe muestra el material pareciera como que nunca hubieramos visto algo así *-*
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